Escribo el poema que
será
como un ancla al
viento
diligente y pacífico,
que no lleva nombre
ni pasado en los
bolsillos.
¿Qué dirán las horas
al ser
arrastradas por los
segundos?
¿Qué dirá la luna al
ser encandilada
por el sol despiadado
y egoísta?
Tal vez ellas crean
que es el destino
ciego y bruto,
que se da de jalones
en las esquinas,
poniendo trampas
mortales
donde los despiadados
dejaran su cuerpo.
La arena suave y
enorme
se escapa por los
ojos
de un niño abandonado
al sentir su alma
espera y pequeña
sin un planeta donde
descansar sus manos.
No puedo decir que
todo lo nombro,
nada he visto y el
horizonte
se pierde en la
montaña vecina,
que no alcanzo a ser
llamada por nadie.
La blancura que cubre
el espacio
que algunos llaman
día,
otros horas comienzan
abrazarme
y muerde mis labios
para que
no pueda escribir
estos versos,
que no llenan de
calor a ningún corazón.
©Luisa Fernanda
Vanegas
8 de enero de 2014
Colombia
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