Me pregunto que sientes en las noches cuando yo no te
acaricio.
Me pregunto que sientes cuando es ella la que te besa…
Te espina el corazón cada vez que miras sus ojos y descubres
que no estoy en ellos.
Me pregunto si tus manos recorren con exquisitez su cuerpo,
con cuervas extrañas, piel áspera y tenebrosa que te impide ver que no me hallaras.
Me pregunto si su ser se balancea, se entrega tan placida,
cuando tú te abres afanoso de verme en allí; deseoso que en algún instante sus labios no
sean tan carnales y te transiten con finura porque echar de ver que eres tu el
que llego para reprimir esa sed.
Me pregunto qué miras en las calles desoladas donde nuestros
caminos jamás se cruzaran donde ni si quiera el deseo alcanza.
Es inútil seguirme preguntándome tantas cosas, es inútil inmortalizarte
en mi lecho, anhelarte, estremecerse con tu recuerdo. ¡Escuchar un te amo! ¡Cuánto te amo!
Saber que la magia esta en nuestros ojos cuando nos vemos y
solo con eso nos entregamos.
Es posible que sea una demencia, pero diariamente curioseo
si me besas en la distancia, si me evocas expresándome: ¡Te amo! ¡Cuánto te
amo!
Si cuando te entregas en un momento de nostalgia no deseas
que sea yo la que se enrede con ella y dejas que las horas pasen deseando que
nunca pasen.
Me pregunto si al despertar cuando la descubres en tu cama,
no me expides un perdón por la torpeza y te pasas el resto de la tarde deseando
que no lo sepa, que no lo intuya, que no descubra que me fuiste infiel por el
dolor de no tenerme a diario.
Me pregunto si cuando finalmente nos vemos y nos entregamos,
no es ella la que visita nuestro lecho, así
sea disfrazada de culpa, deseosa de ganarle a estas ganas de estar ente mis
brazos.
Me pregunto si gozas como yo, cuando solo la luz de nuestros
ojos, está entre nosotros.
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